El infinito sin estrellas

jueves, 1 de noviembre de 2007

CRÍTICA DEL DIARIO LA NACIÓN


Crónica de un niño bastante solo

Nuestra opinión: buena

Por Claudio D. Minghetti


La película con la que Edgardo González Amer debuta en el largometraje es simple y cuenta una historia que no necesita explicación alguna. Su cámara reposa en los gestos, en las miradas, en las pocas palabras de esa madre que no sabe qué hacer o hasta dónde caer para sobrevivir. Lorca la interpreta con precisión, sin excesos y, al igual que González Amer, sin recurrir al golpe bajo. La historia transita por el dolor, pero también por la esperanza, sin caer tampoco en el final feliz que todo lo resuelve.

Cristando, igual que sus compañeros de ficción Iván Giachello y Rocío Pavón, sorprende por su espontaneidad, por su frescura, por su transparencia al transmitir qué es lo que siente un chico frente a un mundo de adultos que se le viene encima. No es casual que ellos, de acuerdo con la trama, participen de un concurso de relatos breves acerca de José de San Martín y que sea su ejemplo, deslizado en tan sólo dos líneas del guión, el que sirva de consuelo y a la vez de apuesta por un futuro mejor. Quizá la resolución de algunas situaciones (un episodio con su gato negro, un vecino al que le adjudican propiedades mágicas además de un gracioso parecido al ícono de Papá Noel pero en camiseta), quedan apenas como anécdotas, no obstante otros personajes secundarios, como el del tendero encarnado por Mario Paolucci; la abuela de Leandra, interpretada por Kita Ca, y la maestra (Helena Nesis), se muestran medidas, igual de convincentes que Lorca y el trío de niños debutantes.

González Amer, conocido por sus libros ( El probador de muñecas y La danza de los torturados , entre otros) y por haber sido coguionista de Arizona Sur , demuestra que aun con poco presupuesto y sin despliegue se puede hablar de sentimientos a través de personajes que por ser parte de lo cotidiano no son por eso menos trascendentes, menos únicos e irrepetibles. En este sentido, es muy afortunado que un cineasta se acuerde de los sentimientos y no le preocupe la crítica que esta decisión, en los tiempos que corren, pueda suscitar. Es un desafío.

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